El agua es uno de los medios más recomendados en la
recuperación y tratamiento de un gran número de lesiones y patologías
musculoesqueléticas, convirtiéndose en una opción en auge.
En los últimos años la fisioterapia ha sabido encontrar en
este medio un gran aliado, y cada vez son más los fisioterapeutas que apuestan
por ampliar su formación en terapias de este tipo como complemento a los
tratamientos de fisioterapia tradicional. Algo que no resulta extraño si
tenemos en cuenta que la propia naturaleza del agua hace de él un soporte ideal
para afrontar cuadros agudos o crónicos derivados de enfermedades
reumatológicas, ortopédicas, traumatológicas o neuronales.
Trabajar en la piscina con el paciente permite que se
reduzca el peso de su cuerpo, facilitando su movilidad y, con ello, la
posibilidad de realizar ejercicios que no podrían hacerse en una camilla. Pero
las ventajas no sólo hacen referencia al plano físico. El efecto psicológico de
la terapia sobre un paciente que consigue realizar movimientos que más allá de
este medio le son inconcebibles, repercute notablemente en su estado de ánimo,
algo esencial para alcanzar una recuperación más rápida y efectiva.
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